
Las truchas potádromas de Tierra del Fuego
a isla grande de Tierra del Fuego, extremo sur argentino, goza de popularidad tanto en el ámbito nacional como en el internacional ‒y sobre todo en este último-, por las magníficas condiciones de los ríos que vuelcan sus aguas en costas atlánticas, para el desarrollo de las tan codiciadas sea trout, también conocidas como trucha marrón anádroma, que logran portes dignos de ostentar reconocidos récords en el orden mundial. En su mayoría, estos ambientes están explotados comercialmente, controlados y preservados por distintos lodges que regulan la presión de pesca, mantienen el recurso y lo preservan sobre todo del furtivismo. El caso más conocido: el fantástico Río Grande, aunque no en menor orden el reconocido río Irigoyen, el río Ewan (este de acceso público), entre varios otros.

Pero menos difundido ‒al menos en el plano comercial- el ambiente fueguino, más precisamente sobre la cuenca del lago Fagnano, espina dorsal del sistema hidrológico de Tierra del Fuego, constituye un ambiente de excelencia para el desarrollo de grandes truchas lacustres, que visitan los ríos tributarios cuando adquieren su madurez sexual y emprenden su etapa de remonte con fines reproductivos.
Estas truchas, que reciben la calificación de potádromas, tienen un hábito de vida que principalmente se desarrolla en las grandes cuencas ocupadas por los lagos. Si bien nacen en las partes altas de los ríos, y luego de conseguir el éxito en la supervivencia y completar su estadío juvenil, migran a los lagos con fines tróficos y vuelven a remontar los cursos de agua para desovar y fecundar principalmente. A diferencia de otros salmónidos (salmón Coho, Chinook, etc.) son de carácter iteróparos, es decir, que puede experimentar muchos eventos reproductivos durante su ciclo de vida, y pueden pasar incluso hasta varios meses en el río antes de volver a los lagos, adquiriendo la típica pigmentación de una trucha residente por la necesidad de camuflarse en ese acotado ambiente.
Recordemos que las truchas potádromas, a diferencia de las anádromas, son migratorias de agua dulce, mientras las últimas se adaptan al agua de mar y su ciclo ocurre entre agua dulce y agua salada. En el caso de las anádromas, por el tipo de alimentación y ambiente marino en el que viven desarrollan rápidamente tamaños extraordinarios que a veces pueden llegar a los 8, 10, 12 kilos, o más. En el caso de las primeras, promedia los 3 kilos, aunque hay registros donde superan ampliamente los 7 kilos.
El ambiente, estrategias y comportamiento
Como denotan varios artículos en la web, durante décadas se ha intentado entender el comportamiento de las grandes migratorias en la Patagonia, más precisamente las del río Limay, entre varios otros, como para citar un ambiente ampliamente reconocido.
Los tributarios de la cuenca del lago Fagnano, no son otra cosa que estos mismos ríos a escala, al menos en lo que a comportamiento refiere, pero con el mismo porte de truchas. De muchísimo menor caudal y menor recorrido, pero escenarios donde ocurre el fenómeno de la migración con fines reproductivos, en esencia, y la coexistencia de truchas residentes ‒de menor tamaño- con las grandes migratorias en época de remonte.
A la hora de pescarlas ‒y esto es meramente una consideración personal, pero fehacientemente comprobado y compartido con otros pareceres- lo que principalmente hay que entender, es que la trucha potádroma no está en el rio para alimentarse esencialmente. Su principal objetivo es alcanzar la parte más alta del curso de agua que la morfología propia de su cuerpo y del lecho que la contiene le permita.
Estas truchas pasan la mayor parte de su vida en las grandes profundidades de los lagos, donde el espacio, la baja densidad de población y sobre todo la menor incidencia de la luz solar se contrapone al ambiente de los ríos: espacio limitado, expuesto, poblado y con fuerte incidencia de luz diurna. Es por eso que, en su raid aguas arriba, su principal atención e intención está en “esconderse” conforme avanza el remonte. Buscando posicionarse debajo de troncos, grandes rocas o accidentes naturales que la protejan de la luz, y utilizar estos espacios como “descansos” durante su camino.
Se sabe que el comportamiento del sistema ocular de las truchas se desarrolla en función del ambiente donde viven. No gozan de la capacidad que tienen, por ejemplo, los mamíferos de regular la entrada de luz a través del iris como tenemos en nuestros propios ojos. Entonces, una trucha acostumbrada a las profundidades de un lago, donde la luz es tenue, al remontar estos ríos donde apenas las mayores profundidades pueden llegar al metro y medio, literalmente la luz solar las “encandila”.
A partir de estas apreciaciones, ocurren dos cosas: una trucha que no está allí para alimentarse y que la luz solar es un impedimento para su visión, no va a tomar una mosca que, por más imitadora que sea tanto en su morfología como en su comportamiento, pase por la superficie. No gastará energía en salir de su escondite para alimentarse porque su energía es limitada y está destinada a la locomoción aguas arriba, y posiblemente no verá el alimento por su baja capacidad de adaptarse a condiciones de luz muy distintas a la de su ambiente natural, es decir, las profundidades de los lagos.

En cambio, sí la trucha migratoria de agua dulce reacciona frente a dos factores: alimentación por oportunismo, o competencia por el ambiente a través de la irritación y el ataque. Y la manera de forzar estas situaciones, no las conseguiremos con una mosca seca a la deriva, por ejemplo. Sí en cambio con grandes streemers cuya principal función sea llamar la atención a través del movimiento despertando tanto el instinto de conseguir alimento con bajo costo de energía, como la irritación por el instinto de competir por el ambiente. Y esto lo logramos identificando los posibles lugares de descanso o resguardo, y profundizando la mosca para acercar el engaño lo máximo posible a lo que intuimos que puede ser su locación.
En días soleados, o en horarios donde la incidencia es mayor, podemos observar la actividad resumida exclusivamente a los sectores de sombra, o que por la morfología estén protegidos principalmente de la luz y la exposición. En cambio, los ambientes oxigenados, y exclusivamente expuestos a la luz son ocupados por las pequeñas residentes que sí se alimentan de pequeños insectos a la deriva, eclosiones, etc. Se configuran dos escenarios totalmente distintos en el mismo ambiente de pesca: sombra, aguas quietas y profundas ocupadas por las migratorias vs. aguas rápidas, oxigenadas y poco profundas ocupadas por las residentes. En el caso de días nublados, donde la luz es blanda, menos incidente y homogénea, o a horas tempranas o tardías, la actividad de la migratoria se distribuye en todo el ambiente, y el protagonismo de la residente merma considerablemente por una simple razón: ahora le toca a ella esconderse, pues la migratoria representa una amenaza. Es por tal motivo que un patrón que imite un alevino o pequeño juvenil aventurado en aguas poco seguras, resulta una excelente elección.
En líneas generales y continuando un poco en el plano interpretativo ‒que en definitiva es el único terreno que admite una o varias verdades-, existen diversas interpretaciones de cómo pescar estos ríos y, lógicamente, uno se inclina más por continuar depurando aquella que le dio éxito, antes que cambiar de estrategia y ver qué otras cosas funcionan.

Aclarado este vicio que tenemos por naturaleza, existe una dinámica estrechamente relacionada a las condiciones hidrológicas. Aquellos inviernos “nevadores”, nos pronostican largas etapas de deshielo durante los meses previos a la apertura de la temporada y, a veces, caudales excepcionales ‒turbios al inicio- que incluso pueden llegar a mantenerse hasta cuando comienza la etapa de remonte. En escenarios de este tipo, que son esporádicos, se ve un notorio aumento en la actividad de todos los ambientes fueguinos. Este, no está exento.
Pero en casos donde el inverno fue normal o pobre en precipitaciones, los pescadores locales aplicamos una formula sencilla y lógica: luego de cada lluvia, dependiendo de qué río, visitarlos al tercer, cuarto o quinto día, asegura una buena pesca. ¿Por qué ocurre esto? Resulta que los tributarios de la cuenca del Fagnano tienen como característica general ser intrincados, con muchos accidentes naturales, y con un plus del orden antrópico que es la presencia de castores ‒especie introducida, exótica e invasora- que construyen sus diques a lo largo de los cauces y esto es un verdadero impedimento para el remonte. Cuando las lluvias caen, aumenta considerablemente el nivel por aporte de aguas de escorrentía y pequeños tributarios del tercer orden. Este aumento de nivel es percibido por las truchas esperando un cambio en el ambiente que les permita sortear todos esos impedimentos. Es en ese momento en que se empiezan a mover. El aumento de caudal viene acompañado del aumento de turbidez, y es verdaderamente difícil la pesca en ese momento por cuestiones de visibilidad. Pero al tercer, cuarto o quinto día, cuando esa condición merma y el nivel comienza a recuperar su normalidad, “las nuevas truchas” que han llegado a los diferentes pozones, aún se encuentran activas acomodándose a su nuevo ambiente a la espera de un nuevo cambio en las condiciones para continuar aguas arriba. Es en ese preciso escenario en que la actividad goza de su mayor expresión: aguas claras y truchas activas.

En lo que tiene que ver con el equipo utilizado, si bien es decisión y preferencia de cada uno en función de distintas estrategias, un equipo #6 promedia las necesidades. Son aguas poco profundas por lo que funciona perfectamente una línea de flote con leader de 9 pies y mosca lastrada, o bien, el sistema Versi Tip o Polyleader, e incluso una línea Sinking Tip. El objetivo principal, como se abordó anteriormente, es acercarle la imitación a la trucha para tentarla a alimentarse o atacar con el menor gasto de energía posible. En cuanto a parones, cualquiera que aporte buena navegación y movimiento. Entre los más clásicos, suelen funcionar muy bien aquellas de la gran familia de las rabbit (Bunny Leech, Zonker Rabbit, etc.); o de distintas fibras, Clouser Minnow; Sunray Shadow; etc.
Normalmente uno pensaría en aquel fino equilibrio que representa encontrar el calibre de tippet indicado. Aquí ocurre nuevamente una contraposición de posturas. Aquellos fieles defensores de que “afinar” el tippet le da un mérito deportivo extra a la captura, en realidad no tienen en cuenta que, exclusivamente en este ambiente, no estamos frente a una trucha selectiva que está en el río con fines tróficos, sino todo lo contrario. Dentro de la lógica y los límites normales, “llamar la atención” es justamente el disparador del ataque de estas voraces truchas marrones. Claro que esto no se logra con un tippet “grueso”, sino con la elección de la mosca indicada. Pero un tippet 0x, e incluso, como a veces usamos en algunos casos, fluorcarbono 0.31mm, nos asegura controlar 3 aspectos importantes que están por encima de ese hipotético valor deportivo de haber sacado una trucha de 5 kilos con 3x: evitar que en aguas de poco caudal la trucha en un breve, casi imposible de controlar y violento recorrido vuelva a su escondite, que generalmente suele ser debajo de troncos sumergidos o accidentes naturales, y nos corte; evitar largas batallas que en definitiva llevan a la trucha a un gran stress, que en este caso se le suma a los kilómetros diarios que recorren y que la conjunción de ambos desgastes físicos atenta directamente contra el ejemplar; y el último, evitar dejar una caja entera de moscas y trozos de nylon dentro del cauce del río.
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Consideraciones finales (y personales)
Como apreciaciones finales, siempre dentro del plano subjetivo sujeto a discusión y constante aprendizaje, la sensación general y el valor deportivo de las truchas potádormas, es precisamente llevar como condición principal la astucia para vencer un ambiente más intrincado, más expuesto, más limitado y más competitivo respecto a las anádromas. Esta consideración puede estar errada ya que nace desde la apreciación personal, pero una trucha de 7 kilos que se desarrolló en agua dulce que llegó a ese porte tras vencer escenarios de mayor exposición y mayor escasez de alimento, en comparación con al menos una del mismo porte que creció en un ambiente de agua salada donde abunda la comida, tiene un plus especial al menos en lo que refiere a la condición de supervivencia. Claro está que esta posición no busca desmerecer la especie anádroma, que tan incidente es en la calidad de nuestros pesqueros, pero sí fundamentar la fascinación por el ambiente salvaje y la pesca exploratoria. La polémica está instalada y son estos los temas que ocupan los debates durante las largas horas de pesca entre amigos. Porque, en definitiva, la pesca no es más que el reflejo de la hermosa paradoja que resulta de la búsqueda constante de la mejor estrategia que, aunque sepamos que nunca vamos a llegar a la verdad y a la fórmula perfecta, como observadores de la naturaleza, nuestra pasión está en la búsqueda, en el camino, más que en el éxito y en el resultado. Porque haber entendido todo atenta contra la motivación, tanto o más que no entender y privarse de preguntar, de debatir y de expresar los pareceres sin miedo a equivocarse, como se ha hecho en este artículo.
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Luciano Cabezas
Amigo de la APPM
4 Comentarios
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Luciano mis felicitaciones por tan excelente articulo, imvita a recorrer y pescar en el interior de nuestra querida Tierra del Fuego. No todo es el Rio Grande!!! GRACIAS!!!
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Excelente relato
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Muy buen articulo. Bastante descriptivo del comportamiento de las truchas potadromas y de los ambientes de tierra del fuego.. en líneas generales aplicable a todos los ambientes patagonicos. Felicitaciones.
Maximiliano
Excelente nota! Como todo lo que brinda esta asociación. Habrá que hacerse un lugar en esta vida para ir a buscar estas potadromas. Un abrazo