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Una trucha para dos es suficiente

A

ntes de comenzar el relato quisiera explicar el título: la pesca con mosca es un deporte o una actividad individual, que generalmente la compartimos con amigos, pero el hecho de la pesca en sí es personal. Bueno, este caso es la excepción, y se dio justo con la mejor trucha que pescamos en nuestra vida. Por qué la excepción, porque fue una pesca en conjunto y ya verán por qué se los digo.

Hacía una semana que estaba en Villa La Angostura, en un hotel que suelo ir con mi familia en Bahía Mansa, el hotel Los Tres Mosqueteros. Como sabrán los pescadores, ir con familia y pescar no es la mejor combinación cuando de atrapar peces se trata. Pero los que me conocen saben que de alguna forma me las arreglo para poder hacer una escapadita.

Bahía Mansa - Villa La Angostura
Bahía Mansa desde la embarcación

La semana venía impresionante de pesca, con buenas capturas y cantidad. Para equilibrar el tiempo con la familia, me iba bien temprano, apenas amanecía a las 6 hasta las 9 de la mañana; y después a última hora sobre el cierre de las jornadas. La ventaja de tener el hotel sobre la bahía es que agarraba el bote artesanal hecho por Miguel, el hijo del dueño del hotel, o el kayak, y enseguida ya estaba pescando con tan solo un par de remadas.

Fotos de los primeros días de pesca

Juan Sato, amigo y socio de la APPM, venía de viaje con Lucía desde la zona de Villa Pehuenia, y habían reservado unos días en el mismo hotel para compartir un tramo de las vacaciones. Siguiendo la lógica de pescar temprano y a última hora, dejando libre el resto del día para pasear, nos fuimos con Juan a dar una vueltita en bote por la Bahía Mansa. Le venía comiendo la cabeza a juan, “no sabés lo que está la pesca”, ya había sacado unas lindas marrones, una plateada y hasta una fontinalis. La bahía es un lugar donde prácticamente no hay olas, ya que está bastante resguardada por el viento, tiene lugares donde hay piedras (muy bueno para las truchas), un lugar bajo donde la arena es blanca en el fondo y vienen a comer, se las ve cuando estás arriba de una embarcación, y tiene un paredón que forma la península que te lleva al bosque de arrayanes. Este lugar fue el indicado.

Armamos los equipos, una caña número 6 para buscar las truchas arriba con alguna seca importante, y otra 8 con un shooting de hundimiento con un streamer que vaya bien abajo. Uno de los dos remaba, el otro casteaba con la de flote, y el shooting bien abajo y arastrado por el movimiento del bote, ese era el plan (la modalidad no es la mejor, pero era una opción más). La mosca la elegí de la caja de Juan. Yo le había regalado un conejo azul, juan le agregó patas de goma, un poco de brillo y mucho peso, hizo una especie de Pérez Castaño que funcionó de maravillas.

Versión de una Pérez Castaño con patas de goma

De repente el reel de la que estaba apoyada en el bote (la 8 con el shooting y la Pérez Castaño) empieza a correr, “¡pica Juan pica!”, la agarro, clavo y comienzo a recoger. Al no haber viento el mismo bote nos iba acercando a la mosca que estaba a unos 20 metros de profundidad, cuando estaba abajo nuestro sentía que tenía un palo agarrado, doblaba toda la caña y no se acercaba, “¡fuimos Juan, se empaló!”, le dije. Él se acordó que con una marrón le pasó algo similar y me dice: “¡pará Pablito aflojale para ver qué pasa!”, le aflojo y sale cabeceando, “¡no es un palo Juan, es un truchón!”. De apoco la empecé a subir, tenía terror que corte el raiglon 0,31. La trucha empezó a subir y hacía lo que quería con el bote, nos llevaba para todos lados, cuando la vimos empezamos a gritar, no lo podíamos creer, más tarde nos enteramos que desde el hotel nos escuchaban. Después de pelearla un rato y tratar de que se canse, la arrimo y Juan le mete el copo huiliche en la cabeza y la agarra de la cola, se la sube al pecho y cayó para atrás, de espalda y con la trucha encima. Foto, locura total y al agua.

Galería

Los días siguientes salimos en el diario, en las redes se armó un debate por el peso de la trucha, peleas entre pescadores que realmente no nos importaron porque esa trucha nos dio una alegría inmensa y eso no tiene medidas. Por unos días fuimos héroes en Villa La Angostura, la gente del hotel nos preguntaba cómo había sido, nuestros amigos en La Plata tan contentos como nosotros, fueron días de locos. Es hasta el día de hoy que cansamos a nuestras mujeres con el relato y es algo que no nos vamos a olvidar más, sin dudas, esta es la trucha de nuestras vidas y la pescamos de a dos.

Pablo Aon y Juan Sato

Pablo Aon

Socio de la APPM

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