La pesca
El plan estaba armado; iríamos primero a un sector más trabado, pequeño y luego a un espacio más abierto. Así, con eso en mente, caminamos el arroyo a los pies de una sierra bellísima con un micro clima especial.
La charla mientras uno se cambia y prepara los equipos, sirvió para que Juani nos quitara varios mitos.
Mito 2 muerto. “Solo toman ninfitas atadas en anzuelo 24.000 con seda de mariposas albinas de las Islas Galápagos”. Cañas armadas, STREAMERS al final del tippet y a la cancha.
La jugada era ir barriendo con tiros muy certeros en espacios cerrados por vegetación, cada rincón de los micro pozones que se forman. Modo ninja, tiros de arco, meter el back cast entre ramas, caminar como gacelas y muchas otras magias más. Nunca pesqué tanto tiempo arrodillado. Realmente muy divertido, técnico, desafiante. Tenías que pensar muy bien lo que hacías. Pero no era imposible.
A medida que ganábamos confianza y el sol empezaba a calentar, pudimos ver que estaban activas y ubicadas en lugares muy típicos. Las oportunidades son pocas, por eso hay que estar atentos y hacer todo bien.
Utilizamos cañas 3 y 4 de 9 pies con torpedos cortos que permitieron hacer cargas rápidas y tiros de arco de manera sencilla. Leaders de 7 pies terminados en 3x con pequeños streamers al final.
Caminando lento, mirando, pensando en cada lugar y haciendo solo dos o tres tiros y a moverse.
Haciendo todas esas cositas de pescar en modo ninja y pensando bien cada tiro, visualizo una barranca que terminaba en un pozón. Fe ciega. Así que arranco a pescarla unos metros antes con el objetivo puesto en la zona más profunda. Al llegar ahí, justo aparecen Feli y Juani. Hablando en voz bajita, todos coincidíamos que ahí abajo tenía que estar el monstruo esperando.
Tiro, pasa y… nada. Repito el tiro, se engancha apenas sobre el barrito de la otra orilla y tenso para zafar y empezar a derivar sobre el pozo, cuando entra en la zona buena, muevo y ¡PUM! siento la tensión de la mordida firme y clavo con mucha sutileza. Arranca la pelea y también una lluvia helada que nos abrazó de sorpresa. La línea que se tensa, empieza a correr y a hacer todos esos malabares para soltarse. Cuando la tuvimos cerca fue un grito unánime “¡es un monstruo!”. La trucha seguía peleando, yo moviendo la caña con mucha sutileza entre ramas sin perder la tensión y sin darle ninguna ventaja. Unos minutos más tarde Juani la tenía en el copo. Y nosotros una felicidad inexplicable. Yo tenía tanta que me metí al agua olvidándome que andaba de botas de goma y no con waders. El agua helada que corría por la pierna fue como un pequeño recordatorio de qué hay que tener mucho cuidado al aire libre y en lugares tan alejados, una jodita de estas te deja como mínimo una gripe si no estás preparado correctamente. Por supuesto yo tengo algunos añitos mandándome cagadas así que tenía medias extras, una toalla de mano y el vehículo cerca para ir a cambiarme y ponerme a resguardo.
La trucha, volvamos a la trucha. Un macho muy bonito, con coloración de fresa y muy saludable. La verdad no me esperaba ese tamaño y mucho menos esos colores. Una grata sorpresa.
Siempre en el agua, dentro del copo, cámara lista, y a levantarla rápido para las fotos. Luego al copo, recuperarla y soltarla con una entereza y vitalidad envidiable.
Los tres festejamos como niños. Esas cosas que los que no pescan, jamás entenderían.
Yo me volví a la camioneta, bajo una lluvia torrencial helada y una sonrisa imborrable mirando las sierras. Ya estaba. Me había pescado una trucha impresionante, con genética de las primeras que trajeron a estos lares, pescando con mucho cuidado y rodeado de amigos. ¿Qué más?
Luego el almuerzo de rigor, un guiso de carne, chorizo, salchichas alemanas, panceta, verduras y un susto de lentejas. Era como las truchas en los arroyos, tenías que buscarlas. Una preciosura. Manjar que disfrutamos bajo la lluvia, las risas y el vinito.
Fernando
Muy buena nota maty. Felicitaciones