
Pesca Frágil
na de las cosas que más debe anhelar todo pescador, me corrijo, todo buen pescador, es poder llegar a un río en el cual la vida explote ante nuestros ojos. Todos soñamos con aguas prístinas, claras, con peces que pasan de un lado al otro dispuestos a tomar nuestros engaños en un día maravilloso con varias capturas, con recuerdos para toda la vida.
Soñar, lo hacemos casi todas las noches, pero ¿cuántas veces los cumplimos al despertar?
Hoy encontrar ambientes casi sin pisar, que conserven buena vida, que no estén contaminados o deteriorados por la acción del hombre, es un desafío mayúsculo en todo el mundo, y nuestro país no es la excepción. Ya sea en el Norte o en la Patagonia, es claro al ver la primera orilla que tengamos a mano, que todo lo que tocamos lo rompemos. Basura, contaminación, tala indiscriminada y un largo listado de etcétera que incluso incluye la presencia de fauna y flora invasora y exótica.
Por eso cuando encontramos esos espacios, esos rincones mágicos, solemos tener una de las conductas más egoístas y más comunes en los pescadores: lo encanutamos. Y muchas veces con gran razón. Yo soy más partidario del dar a conocer que el de guardar, con la premisa de que nadie puede cuidar y querer lo que no conoce, pero aprendí con el tiempo, que a veces es mejor no contar, disfrutar esos rincones en silencio, solo o con amigos.
Esta es la historia de una de esas pescas, un relato “cuidado”, para dar a conocer la belleza que rodean estos ambientes, pero sin dar demasiados datos de su ubicación; por lo tanto, la típica pregunta ¿dónde es? creo que ya está contestada.


Las personas
Desde hace unos meses tengo la oportunidad de pasar bastante tiempo en el Río y en la vida con alguien único, no sólo por su condición de guía experimentado y gran conocedor de esta actividad sino porque por encima de eso es una excelentísima persona que he transformado en un gran amigo, de esos que transcienden los anzuelos y son para toda la vida.
Como si eso fuera poco, Lucas de Zan tiene el don de la fotografía. Esa capacidad de observar el entorno y ver cosas que muchos pasan por alto. Ese don lo deja plasmado en cada disparo que realiza con su cámara. Fotos que literalmente capturan la esencia de las cosas. Sin demasiado circo ni edición.
¿Algo más? Tiene una gracia única para pescar, es un tipo totalmente divertido y un pescador muy picante, de los mejores.
Si, me gusta hablar de las personas. Cosa que se ve poco en este ambiente de vanidades y circo. Como si también tuviéramos que vivir “en la grieta” en nuestro hobby. O estás de un lado o del otro. Señores… vayan a pescar mejor y dejen las redes sociales un rato.

El Ambiente
Luquitas tenía un canuto. Un canuto compartido con Ramiro (otro espécimen que tiene más problemitas con la pesca que yo). Y un día, de manera muy generosa, decidieron hacerme parte.
Grave error la de estos muchachos. Porque ahora ahí estamos los tres, día por medio, con nuestras mentes en ese mundo.
¿Cómo se los explico sin que crean que caí en las garras de la exageración? Es realismo mágico en su más pura expresión. El primer día que fui, disfruté cada segundo. El viaje desde casa, la ruta en silencio, el sol saliendo en el horizonte, la llegada al punto de encuentro, todo.
Una aventura a campo traviesa por el corazón de nuestro Litoral. Realmente no sabía con qué me iba a encontrar. Bajar de la chata, armar el equipo, elegir que caña, que reel, que línea, como armar el leader, que mosca poner y todo ese ritual de “seteo” que tanto me gusta.
Luego la caminata, la bajada por un bosquecito de ensueño, casi selvático, con vegetación en galería, aves por todas partes, el silbido de miles de insectos y el sol que se asomaba por cada rinconcito.
Y luego de un rato, el bendito arroyito. Ahí, frente a mis ojos, así sin anestesia, me recibía con una explosión de vida. Literal. Cientos de sábalos paseando por sus pozones como si fuera una pecera. Agua tan cristalina que se veía la totalidad del fondo. No había que adivinar nada. Era vida. A simple vista.
Hubiera querido tener una cámara filmando para guardar la expresión de mi cara por siempre. Estaba atónito. Casi que tuvieron que empujarme para que me arrime al agua. No podía creerlo.
Y cuando creía que nada más podía pasar allí, una “yunta” de Dorados, paseándose como si fueran truchas Arcoiris, sin riesgo alguno, sin temor, casi gritando “SOMOS LOS REYES DEL POZON”. Y fíjense lo condicionados que estamos los pescadores con mosca… que hago una inmediata comparación con salmónidos. ¿Y si en realidad las truchas se pasean como Dorados en aguas cristalinas? Pasa que lamentablemente conocemos más lo otro, poco valoramos lo propio, lo nuestro, lo autóctono que evolucionó miles de años acá en estos suelos.
El arroyo posee la típica estructura de un curso más grande, pero realmente en miniatura. Pozones profundos, correderas, zonas con flats de arena, veriles sobre sus costas con canales de drenaje bien marcados y una transición entre su naciente y su desembocadura bastante progresiva que va desde un pequeño chorro de agua de vertiente con vegetación en sus aguas, pasando por mini bancos de arena de fondos muy claros y finalmente pozos enormes con fondos de tierra arcillosa oscura y orillas de barrancas altas casi inaccesibles. En sus costas algunos árboles invaden su cauce, ya sea para darle cobertura y sombra a todo o a un pedazo, como para brindarle a través de sus troncos caídos, estructuras que sirven de cobijo a los Dorados.
Los peces realmente se mueven y viven como en un pequeño limbo. Allí todo sucede a otra velocidad. Es tan clara el agua que da la sensación de que flotan en el aire y no que nadan en el agua.
Allí conviven armoniosamente, por lo menos en apariencia, Sábalos, Bogas, Tarariras y Dorados. De todos los tamaños. A veces asustan por el tipo de ambiente. Uno no está acostumbrado a ver Sábalos de 3/4kgs en un cauce de 2 o 3 metros de ancho y apenas unos 40 o 50 centímetros de agua.
Los Dorados se pasean con una gracia insospechada. Son verdaderos dueños. Hacen lo que quieren.
Lo bueno de estos ambientes es que uno puede observar cómo esos peces, condicionados por el ambiente, tienen un comportamiento que hasta puede ser trasladado al de un gran río.
Se puede observar claramente que lugares prefieren para ponerse en situación de caza, y hasta a donde se meten cuando sienten peligro o sucede algo inesperado, como una línea que cae torpemente al agua.
Algo que nos sorprendió es la falta de “carnada chica”. La ausencia de mojarras, bagrecitos y otras especies menores es tan desconcertante como ilógico.
Solo unos pequeños alevinos que sospechamos son de Sábalo y algunos camarones de Río.
Luego si, infinidad de insectos acuáticos.
¿Y el agua? ¡De las más ricas y frescas que he probado! Increíble lo fría que es y lo rica. Sin dudas toda una sorpresa.


La Pesca
Cada paso que damos retumba en el agua y activa el sentido de alerta de todo lo que vive en ella. El sigilo es una parte muy importante si queremos tener éxito. Movernos agachados, dando pequeños pasos y observando cada rincón, incluso el más cerquita nuestro.
Hay que pensar muy bien cada tiro. Tanto que en una caminata de 8kms es muy probable que solo hagamos 5/6 cast, movamos 4/5 peces, engañemos 3/4 y solo saquemos 1/2. Así de difícil y técnico.
Las moscas son diminutas, streamers en tamaño “trucha” en anzuelos de gape amplio y corto número 4/6/8 y que hundan muy rápido o incluso con la posibilidad de alguna seca atractora. Salvo en contadas excepciones alguna mosca en anzuelo 1 con ojitos de plomo.
La caña que yo elijo para esto es una 4 de 9 pies con una línea 5 intermedia transparente que me permite cargarla rápido con poco torpedo y tirar moscas pesadas.
El leader es algo con lo cual se puede jugar y experimentar aún. Prefiero 2 metros, un solo tramo de Fluoro de 30 libras sin cable de acero en algunos sectores y con cable de 20 libras en otros. ¿Por qué tanto? ¿Me creen si les digo que entre Doradillos de 500 gramos a 1 kg nadan plácidamente Dorados de 4 o 5 kgs? No hay palabra para describirlo. Monstruos entre doncellas.
Como si verlo todo no alcanzara, como si caminar en modo gato no fuera suficiente y ver en modo lince no bastara… además hay que castear en modo Shaolin. Porque el espacio entre la vegetación es crítico. No tenemos mucho para desarrollar el back cast y es imprescindible una canasta de casteo. Perdí muy buenas situaciones por no tenerla las primeras veces.
En definitiva, tenemos la caminata del Yaguareté, la vista del Lince, el cast y la paciencia del Shaolin, la suerte del ganador del Quini 6 y el destino jugando de nuestro lado.
Ah, pero cuando conectamos uno de esos peces, el mundo se detiene. De verdad. Todo sucede en cámara lenta. Y encima… ¡hay que sacarlo!
Los pequeños Dorados tienen el mismo comportamiento de sus mayores. Saltan, tratan de desengancharse, encaran a los palos y se ponen intratables.
Cuando logramos arrimarlos podemos observar su belleza, su entereza y su color vivo, fuerte, amarillo intenso. Típico de peces en buen estado y lugares sanos.
Obviamente el pozón o la estructura se detona completamente. Peces corriendo para todos lados en busca de refugio. Salvo en algunos casos donde los Doradillos son tan atrevidos que salen de a varios a querer caranchearle la mosca al que está clavado. Que pez demencial. Que comportamiento tan especial.


La enseñanza
Como suelo decir en cada charla con amigos, en las clases de atado de la Asociación Platense o en algún “vivo” en redes sociales: el día que crea que se todo de esto, regalo cada caña y cada reel que tenga. Pero una cosa es decirlo, otra muy distinta sentirlo. Porque veo muchos “popes” de esto con una falsa humildad que se les cae de los bolsillos en cada cast. Dueños de la vara de la moral y la estética Mosquera y tienen menos pesca que mi abuelo Antonio que lo más cerca que estuvo del agua fue cuando pasaba el verano en Santa Teresita.
En fin. Estos lugares enseñan. Templan y modelan la paciencia. Hay que observar. Porque de esa manera más jugo le vamos a sacar a esos pocos tiros que tengamos.
Podemos estar horas, pero horas mirando el agua, observando en detalle cada movimiento que hacen estos Doradillos en su micro mundo.
Por último, estos lugares nos enseñan varias cosas, pero la más importante es aprender a respetarlos. No pretender sacarle todos los peces que vemos, apagar ese instinto depredatorio, aunque racional con el “catch and release”, que nos invita a pincharlos a todos solamente para ir y contarlo.
Hay que cuidarlos, llevarse la basura, no hacer fuego, intentar no romper las ramas y la vegetación de sus costas solo para estar cómodos en un cast, porque la vida que allí habita, es la verdadera dueña de esos lugares. Nosotros meros invasores.
Hasta aquí llega esta historia, si tuvieron el coraje de leerla toda, les agradezco de todo corazón.
Señoras y Señores, hay que estar pescando, pero sobre todo respetando nuestro ecosistema y ambientes. Cuidemos nuestros ríos y sus peces, no permitamos que los sigan destruyendo, seamos parte del compromiso y el cambio.
¡Porque los ríos no tienen dueños, pero si quienes los defiendan!



Matías Monge de la Cruz
Socio de la APPM
Fotografía: Lucas de Zan
4 Comentarios
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que lugar por favor ! y excelente relato ! por mas !
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épico
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Excelente relato y hermosas fotos, en un formato que se cree en desuso esta nota lo revive ! sigan asi.
Fernando
Excelente nota , felicitaciones