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En la edición #1

Mi primer viaje al sur

S

iempre fuimos una familia de pescadores, íbamos los fines de semana a alguna lagunita, río, en canoa o a algún brazo del salado, pero esta vez fuimos al sur, por primera vez, de vacaciones y toda la familia. Mi papá Rodolfo, mi mamá Mariel, mis dos hermanas Ileana y Alina, y yo, Santiago.

Nos habían prestado una casa de ensueño, una mansión. Estábamos sobre una montaña, al frente del lago Correntoso en villa La Angostura, no lo podíamos creer.

Todo era mágico: La naturaleza, el agua, el aire fresco del sur que no conocíamos, estar ahí en familia; todo se amalgamaba de manera perfecta. Pero siendo una familia pescadora nos faltaba algo… ¡Sacar una trucha!
Una mañana decidimos aventurarnos e ir a recorrer el camino de los siete lagos, un paisaje que me sigue sorprendiendo cada vez que voy. Tomamos por una bajada sin cartel y sin saber a dónde llegaríamos. Después de varios minutos andando entre la espesa arboleda y por un caminito angosto de tierra, llegamos al tan hermoso y tranquilo lago “Espejo Chico”. Paramos el auto, al bajar nos encontramos con dos pájaros carpinteros, nunca vi dos pájaros tan grandes. Recorrimos el Río Ruca Malén de color turquesa y nos congelamos los pies para sentir esa agua que parecía salida de un cuento.
Después de armar la mesa de camping y comer unos sándwichitos de jamón crudo con tomate y queso (los favoritos de papá), llegaron sus palabras tan esperadas por todos:
-“Bueno…ahora vamos a pescar truchas”.
No teníamos ni la menor idea de lo que eso iba a significar para el resto de nuestras vidas, ni tampoco teníamos idea de cómo se pescaba con mosca.
Teníamos una caña 6 prestada, un reel sin uso guardado hacía años, un buldo, una línea de flote verde fluo, y una mosca. Armamos todo y empezamos a tirar. Obviamente ahuyentábamos a todos los peces que estaban a tres metros a la redonda de donde caía ese buldo, haciendo semejante ruido… jajaja y nosotros pensando que eso era “pesca con mosca”. Después de un rato mi querido viejo, dejó correr durante un tramo largo el buldo con la mosca atada, y…ZAS…¡UN PIQUE!

Increíblemente habíamos sacado nuestra primer y deseada trucha arcoíris. Después de un día entero de intentar y sólo haber sacado ese ejemplar por no saber absolutamente nada de fly cast, papá decidió que teníamos que ir a aprender. Y eso nos llevó a la hermosa asociación, que nos marcó un antes y un después en nuestras vidas.

A partir de entonces casi todas nuestras vacaciones fueron al sur. Ya habiendo estudiado y aprendido con los grandes maestros, amigos y personas que nos dio la APPM nunca más volvimos a realizar otro tipo de pesca. Papá no era el mejor casteador ni el atador más prolijo, pero supo con su simpleza contagiarnos el amor por la pesca con mosca a todos, ahora ya una familia mosquera.
Pero hay algo más, ese hermoso ser, único e inigualable que fue mi viejo, pudo recorrer desde aquella línea con buldo en el sur, hasta un tarpon en Venezuela y un salmón en un río rodeado de osos en Alaska, dejando en cada uno de los que formó parte en ese camino, una hermosa aventura para contar, llena de risas y amistad.
Ahora Rodo es un pez en el río, ese pez que seguramente se desenganche de nuestras moscas justo antes de sacarlo del agua, para hacernos mirar al cielo, rezongar, reírnos y acordarnos de él con mucho, mucho amor.

Santiago Catini

Hijo de Rodo Catini

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