El bonefish de los pobres

Pescando bull redfish con aroma Cajun

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alía por el año 98 de cursar en la facultad a la tardecita de un húmedo invierno platense, en unos minutos crucé el bosque con mi bicicleta hasta la sede de la APPM donde le pedí al querido Pila si me daba permiso de llevarme una revista fly fisherman de la biblioteca que hasta el momento parecía nueva, casi como que no la habían ojeado. Con el preciado tesoro en la mochila me fui a casa , me acomodé en la cama y con una Coca fría comencé a viajar por ese mundo soñado que proponía la por entonces mágica Fly Fisherman, había fotos de Jim Teeny y sus descomunales rulos, otras del gran Steve Rajeff con sus lances kilométricos y una nota increíble de unos nuevos waders que respiraban!!!, casi con desconfianza pensaba que sería un posible gran fracaso y que nada reemplazaría al moderno neopreno. Dando vuelta otra de las paginas veo una nota que decía “El Bonefish de los pobres” y mostraba una foto de un pez llamado Redfish, de nombre cientifico Sciaenop ocellatus, que se parecía de manera casi idéntica a nuestras corvinas, y hablaba maravillas de éste y sus cualidades deportivas, pudiéndose pescar de manera accesible en todo el golfo de México sin tener que erogar enormes cantidades de dinero para ir a los cayos de la Florida o el Mar Caribe, destinos que emergían como super exclusivos para la época.

21 años después de leer esa Fly Fisherman me dispongo a guiar a un grupo de cazadores de Carolina del Norte, luego de las presentaciones y bienvenidas a casa el nombre de uno de ellos me sonaba muy familiar a pesar de su corta edad, en algún lado había leído sobre este joven Allen Cain.

Charlando con él mientras lo llevaba a cazar palomas en el Este Cordobés me comenta de su interés por pescar nuestros Dorados a lo que le contesto que estaba invitado cuando él quiera y que si le gustaba pescar seguro iba a quedar fascinado con la experiencia. No tardé en enterarme el porqué de su nombre familiar, era un Capitán super conocido guiando redfish en los mejores rincones de New Orleans. Celebramos una buena amistad esa semana y propuso guiarme con los Bull Redfish durante los próximos meses de Otoño/Invierno, según él me comentaba, cercano a la Navidad, se esperaba una gran temporada para esta especie en el Biloxi Marsh, una interminable y fascinante área pantanosa marina de cientos de millas a minutos de Nueva Orleans.

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De más está decir que esa noche no dormí. Mi cabeza iba y venía entre los recuerdos de esa vieja Fly Fisherman y no podía dejar de pensar en disfrutar de una de las ciudades más interesantes del mundo y menos norteamericana de todo los Estados Unidos, donde la música, la comida y una amalgama pagana de culturas y religiones desafiaban los límites de la historia. Durante sus más de 300 años Nueva Orleans fue Española primero, después Francesa, para ser finalmente Norteamericana tras ser vendida por Napoleón. Por eso es quizás la más Católica de las ciudades de un país en su mayoría Protestante, pero que recibe una gigante influencia de religiones paganas traídas por los esclavos africanos de entonces, que a su vez tiene comida tradicional francesa mezclada con la influencia de la sufrida comida de esclavos, conocida como Cajun Food

Todo ese entorno diverso daría luego origen a una cuna de músicos notables para exportar desde el Río Missisippi el Jazz a todo el planeta. Con todo eso en mente comenzaba a planificar uno de los viajes más divertidos e interesantes que la pesca me ha regalado en todos estos años. Por un lado, interminables cruces de correo con Allen Cain, por otro, tratar de entender a los Redfish o Red Drums y sus primos los Black Drums, casi pero casi idénticos a nuestras Corvinas Negras. Tal es así que hasta hace muy pero muy poquito se pensaba eran la misma especie y luego de un gran trabajo de científicos platenses escuchando el sonido que hacen los machos con los músculos de su vejiga determinaron que el sonido de los del Norte es ligeramente diferente al de los nuestros y que eso marcaba una ruta genética en algún punto diferente. Los Redfish y los Black Drums suelen navegar cerca uno del otro y hasta pueden hibridarse; alcanzan en este lugar y en esta época tamaños enormes y suelen recalar en aguas chatas donde se los pesca a pez visto a veces raspando el fondo barroso del golfo con el skiff. Cuesta creer ver semejantes portes flotando con medio cuerpo afuera y sobre todo paga con creces buscar esa aleta punteada, su marca registrada, rompiendo la calma del interminable estuario para intentar cazarlo con los ojos, en a veces menos de 50 cm. de agua. Estos increíbles y longevos peces pueden vivir hasta 60 años y alcanzar sin problemas más de 15 a 30 kilos de peso, de todas maneras, los grandes bulls que podemos encontrar en los chatos estuarios del gran Golfo promedian los 9 a 15 kilos y abundan los de primer madurez de 5 al 7 kilos de peso. Los récords para esta especie pasan los 30 kilos con comodidad, pero es difícil encontrarlos en aguas chatas ya que prefieren aguas más frescas y profundas a la sombra de grandes estructuras subacuáticas. Tienen también una gran capacidad de adaptación, pueden vivir perfectamente en agua dulce es por eso que cubren grandes territorios protegiéndose de predadores y pescadores con cuantiosos desoves otoñales en un amplio abanico geográfico. Se los puede encontrar normalmente en estuarios de aguas calmas con abundante vegetación y fondo barroso y son básicamente ¨bottom feeders¨ alimentándose de ostras, cangrejos, camarones, moluscos y pequeños peces. Suelen también merodear estructuras de puentes, barcos hundidos y formaciones rocosas en busca de alimento.

El terror de todos los pescadores

Luego de aterrizado en el Aeropuerto Louis Armstrong de New Orleans y haber hecho migraciones sobrevienen esos largos minutos hasta el retiro de equipajes, son quizá esos momentos de incertidumbre a los que nunca me acostumbro, camino por la cinta junto a mi familia y cientos de viajeros rogando que las cañas hayan llegado sin problemas! Malala que ya me conoce me dice: “tranquilo que van a estar ahí, todo junto y listo para pescar mañana”, y tenía razón. A los pocos minutos estábamos viajando en la camioneta alquilada rumbo al hotel contentos y esperanzados en lo que luego sería un gran viaje para el recuerdo.
Despertador a las 5.30 AM, algo de abrigo y todos los equipos cargados para no molestar a la familia mientras duermen, ellos tenían planes de pasear por New Orleans mientras yo recorría el Biloxi Marsh con Allen en su nueva Hell´s Bay, unos meses antes Chris Patterson, dueño del astillero junto con el Legendario Flip Pallot, había cazado palomas en Córdoba conmigo y me había contado de las bondades de este nuevo modelo. Cargué un vaso enorme de café para el camino, unos croissants increíbles, poco de música local y a disfrutar de los 50 minutos de viaje desde el hotel hasta la Bahía de Saint Bernard donde me esperaría Allen en la bajada de lancha. Insistió que fuera puntual, solo hay 30 segundos para bajar tu embarcación o perdés el turno y teniendo en cuenta las más de 200 lanchas por bajar no era una buena opción demorarse.

Mientras seguía las instrucciones del GPS repasaba equipos mentalmente para no olvidarme nada. Cañas #8 y #9, reels saltwater con líneas de flote Mastery Redfish Cold e intermedias cleartip para aguas frías. Las moscas recomendadas por Allen fueron Clousers en anzuelos 2/0 y 3/0 de colores negros combinados con violeta, marrones claros y chartrouse, atadas bien simples con ojos lastrados y solo unas hebras de cristal flash perlado; streamers grandes del tipo deceivers junto con algunos enormes Crab patterns.
Media hora antes de las 8 AM ya estaba estacionado junto a la marina, me costaba creer el desfile de cientos de trailers esperando bajar sus lanchas, pensaba mientras que iba a ser compleja la pesca con tanta presión, menos mal no le hice ese comentario a Allen, hubiera quedado como un total novato al comprobar luego de dos días de pesca que no cruzamos ninguna de esos varios cientos de lanchas! No se puede creer la inmensidad del marsh y el golfo, literalmente son interminables. Tal como lo había anticipado Allen, en solo 30 segundos la lancha estaba en el agua, pocos segundos después ya me encontraba acomodando mi mochila detrás de la plataforma de casteo y con el 70 HP volando comenzamos una navegación de unos 45 minutos. Por momentos parecía que estaba navegando por las rías de la Bahía Blanca o San Borombón; por otros ambientes similares a San Javier en Santa Fe. Si bien estaba frio el clima en las primeras horas de la mañana y se sentía la brisa del otoño americano esperábamos más de 20 grados para después del mediodía lo que con mucho sol y cielo despejado hacían presagiar grandes condiciones para la pesca de un buen bull red, teníamos que intentar hacer una buena pesca si o si ya que se esperaba lluvia y desmejora del tiempo para mañana lo que significaba el fin de mi pesca, rogando que eso no pasara escucho que Allen para el motor y se prepara para subir a polear el skiff.

Ariel, “get your rod, time to work!”, sonríe Allen mientras empezamos a movernos suavemente en 50 cm de agua clara por algo que parece ser una laguna rodeada de cangrejales y costas barrosas con juncos. A los pocos minutos a unos quizás 100 metros de total calma se ve una aleta brillar fuera del agua, “Good one”, dice Allen, tu primer Bull. Tardamos unos interminables pocos minutos en acercarnos, mientras lo veíamos comer muy tranquilo en dirección a nosotros, Allen buscaba algún otro ejemplar para evitar asustarlo y que espante nuestro primer objetivo, parecía no haber ningún otro pez cerca. Saco 20 metros de línea, el clouser negro y violeta en una mano y ya estaba temblando en la plataforma. Cuando lo tuvimos a tiro quedé fascinado con el pez, era enorme y estaba como suspendido buscando cangrejos en el fondo claro, sus colores bronceados provocan brillos que jamás había visto; un par de falsos cast y mosca enfrente del pez, por suerte el leader cayó bien estirado y ni bien el clouser cortó el agua el redfish abrió su enorme boca y sin dudar engulló la mosca. La pelea fue fantástica, imaginen un pez de casi 9 o 10 kilos corriendo en 50 cm de agua en un lugar que parece no terminar nunca. Tuve que usar el freno más de lo que había pensado para parar las corridas del enojadísimo Bull. Luego de varios minutos y un par de corridas a prueba de suficiente backing lo arrimamos para las fotos y al agua de nuevo. Fue notable lo fácil que se recuperó de la pelea, bien ganado el apodo de Bull.

Final de un día soñado

Charlando con Allen, más relajados y compartiendo la Coca de la suerte, decidimos pescar todo el día de corrido por si el clima mañana coartaba nuestros planes. Así que por suerte pescamos muy bien ejemplares enormes, algunos más chicos y hasta me di el gusto de clavar una enorme corvina negra tal cual las nuestras, luego de castearle decenas de veces, ya fastidiosa decidió tomar un clouser también grande pero de color claro, desgraciadamente luego de una gran corrida cortó en alguna piedra el leader de 30 libras y me quedé sin fotos pero con la experiencia a cuestas.
Tal cual pensábamos cancelamos la pesca del segundo y tercer día, Allen me ofreció volver en una semana cuando las condiciones volvieran a estabilizarse, mientras tanto podía disfrutar en familia la tremenda experiencia de New Orleans y su locura previa al carnaval.
Cerrando esta nota quisiera validar el título de la misma y lo del bonefish de los pobres: mientras los destinos premium para bonefish de los cayos y el caribe siempre han sido costosos, la pesca de estos enormes e increíblemente divertidos peces es bastante más accesible, pudiendo usar como base cualquier hotel de la zona y comer maravillosamente bien una de las mejores comidas del mundo luego de la jornada de pesca. Yo me prometí volver pronto si este tiempo de ciencia ficción que nos ha tocado vivir en 2020 pasá rápido.

Ariel Goldman

Socio y ex presidente de la APPM

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